La aplicación de los nuevos márgenes afecta a los 29 radares fijos que la DGT tiene distribuidos por toda la red viaria gallega. Esos radares van alternando su situación en los sesenta pórticos y cabinas existentes. De esa forma puede haber cabinas que no estén operativas porque el radar ha sido trasladado de lugar o porque está siendo revisado. Esos radares se van cambiando de sitio en función de los riesgos que los responsables de la seguridad vial detectan en sus evaluaciones diarias del tráfico. Así, puede haber zonas en las que se hayan reducido los riesgos tras la implantación de un radar y este ya no sea necesario, por lo que se traslada a otra cabina en una zona que presente un aumento de la peligrosidad por excesos de velocidad o mayor accidentalidad.
Uno de los casos más llamativos del efecto de los radares es el del que está actualmente ubicado al final del puente Pasaje, en la salida de la ciudad de A Coruña hacia Lugo. En ese caso, además del radar se trasladó la cabina. Todo el sistema estaba situado un poco más adelante, en una zona comercial, en la que hay numerosos concesionarios de automóviles, naves industriales y restaurantes. Con el paso del tiempo, la velocidad media en esa zona se fue reduciendo, pero se detectó un aumento de los accidentes en la curva anterior, en la salida del puente Pasaje, por lo que los responsables de la seguridad vial decidieron proceder a su traslado hasta el lugar en el que se encuentra en la actualidad.
En los últimos meses la DGT no ha instalado más radares en las carreteras gallegas, aunque sí ha anunciado ya la próxima entrada en servicio de un nuevo dispositivo de control de la velocidad en uno de los accesos a la ciudad de A Coruña, concretamente en la carretera AC-12, donde se ubican los hospitales.
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